Por Daniel Godoy, médico sanitarista
Responsable Área Socio Sanitaria | Instituto de Estudios sobre Estado y Participación (IDEP)
La tarde noche del martes 2 de abril del 2013 quedará anclada en el rincón de las evocaciones más ásperas y amargas de todos los platenses.
Nadie estuvo ajeno. Para nadie pasó desapercibido. Todos tenemos un testimonio o una experiencia cercana. Un primo, un hermano, un amigo, uno mismo…
Relatos de todo tipo, imágenes de las más aciagas, rostros extraviados, tristezas chorreando por dentro y por fuera, paisaje brutal.
Quebrantos de todo tipo. Se está discutiendo aún, con particular vehemencia (no es para menos) la cantidad de víctimas fatales… Uno de cada dos habitantes de la zona sufrió consecuencias, daño o pérdida, grande o chica (350 mil personas aproximadamente)… Uno de cada cinco, tuvo afectación directa (120 mil personas)… Pérdidas estimadas en miles de millones de pesos. Pequeños productores, comerciantes, inquilinos, propietarios, vecinos, perdieron algo o todo lo que tenían, que tanto pero tanto cuesta…
La solidaridad y el esfuerzo social se dispararon a la máxima expresión. Miles y miles de personas sumaron algo al esfuerzo descomunal de ponerle el pecho a semejante desgracia.
La lluvia paró y el debate se abrió. Predecible, voluptuoso, febril.
La hipótesis meteorológica se contrapone a las opiniones que le apuntan a la hiperurbanizacion anárquica y solo dispuesta en función de la “patria” inmobiliaria. Antecedentes debidamente documentados dan cuenta de una cadena de negligencias y omisiones, que hubieran reducido la “inundabilidad” de la ciudad.
La disputa por el relato no podía faltar. Casi no hay quien coincida en que los muertos fueron más que los que se admiten. Twiters que nadie escribió. Funcionarios que dicen que la situación está controlada, pero afuera de los despachos el descontrol reina. La inconmensurable ayuda social recibida que muestran los medios, se contrapone con los pibes que aun duermen en el suelo. Los anuncios oficiales no se condicen ni siquiera con certezas operativas y administrativas mínimas.
Causas y relatos… Tensiones y debates que pueden prolongarse…
Pero hay un acá y ahora que no admite dilaciones. Un tiempo y una oportunidad que no hay que dejar secar. Cada hora que pasa es más tarde que lo deseado. La máquina de enfermar está en marcha. Mojadura más frio más hambre más contaminación es igual a enfermedades respiratorias y gastrointestinales. Acá y en la China.
Y en este escenario que ya empezó a traducirse en enfermos, todo es instinto, voluntad, fragmentación.
Existen las catástrofes desde tiempos inmemoriales a lo largo y lo ancho de todo el planeta. Y en Argentina existen Caucete 1977, AMIA 1994, Cromañón 2004, inundaciones en Santa Fe 2003, tragedia de Once 2012.
Y existe la Organización Mundial de la Salud y Médicos del Mundo y Sociedad Argentina de Pediatría.
Está casi todo escrito, descripto, documentado acerca de lo que hay que hacer en situaciones límites.
Liderazgo del Estado, unidad de mando, velocidad y resolución es la línea divisoria que dirime la posibilidad de enfermar de muchas más personas. La voluntad y el instinto no siempre (casi nunca) suman eficacia.
Detección y seguimiento activo del riesgo social (frío y hambre por ejemplo) o los síntomas precoces de enfermedades (fiebre, tos, diarrea) es la consigna.
Articulación aceitada y ordenada con los establecimientos de Salud es la ingeniería insustituible que debe conectar en tiempo real personas/barrios – Unidades Sanitarias – Hospitales.
Y “rastrillaje” casa por casa por parte de equipos entrenados y con criterio y posibilidades resolutivas (desde la frazada hasta el antibiótico) es la herramienta que está en las antípodas de tecnologías y planes estrafalarios, tal como lo demostró hace 50 años Carlos Alvarado en la erradicación del Paludismo en Argentina.
Todo esto puede ponerse en marcha en pocos días. Alta eficacia, baja complejidad y bajo costo. Nada más ni nada menos. Primer renglón del Tomo I no de la Carrera de Sanitarismo sino de la Carrera de “Sentido Común”.
Mientras tanto, las disputas, los personalismos, las cartelizaciones, los consensos perezosos y el reunionismo son malas señales en el camino.