Desde pibe escuché la consigna “las Malvinas son Argentinas”. Cuando más sonó fue cuando la dictadura militar trató de perpetuarse recuperando militarmente las islas. Los soldados-niños, esos “héroes” que la gente victoreaba en la calle a cada “éxito militar argentino” se convirtieron en nuevos desaparecidos.
Los sobrevivientes de Malvinas fueron invisibilizados por años. Por decenas se suicidaron, muchos terminaron con serios problemas psiquiátricos, la mayoría sin trabajo.
Se fueron los milicos, pero la causa de Malvinas siguió en boca de los políticos. El ex presidente y actual senador Carlos Menem apelaba a la nobleza de esa causa, mientras entregaba YPF y el petróleo argentino, mediante la “provincialización” del recurso.
Venían por nuestras reservas, por lo cual se terminó la inversión, especialmente las tareas de exploración que son las más costosas. Sí, en cambio, se aprovecharon de los trabajos de prospección que había realizado YPF y ahora, ya se están terminado de llevar las últimas gotas.
En un reportaje, el secretario general de la Federación de Trabajadores de la Energía de la República Argentina, José Rigane, nos decía: “Vengo del sur y si bien ya lo sabemos todos, no te deja de dar indignación. Los barcos haciendo cola para llevarse nuestro petróleo, el mismo petróleo que después nos traen refinado, claro que con otro precio”.
Ahora dicen que Hugo Chavez nos instalaría una refinería, pero caramba, ¿dónde están las refinerías estatales argentinas? ¿Hay que preguntarle a ’Mandrake’?, ¿En qué despacho atiende? ¿Qué se espera para hacer lo que hicieron Venezuela, Bolivia, Brasil y el resto del continente para volver a tener una compañía estatal de petróleo? ¿O acaso el recurso energético no es también soberanía?
Los sobreprecios sobre los que se discute hoy, son un problema menor si caemos en la cuenta que saquearon y aún tienen en su poder la empresa que supo ser la principal fuente de recursos públicos de este país, YPF, una herramienta central para el desarrollo nacional.
Dicen en el campo que el tero nunca grita en el lugar donde pone los huevos. Como el tero, el ministro británico, David Cameron, grita: ¡Malvinas!. En medio de la peor crisis capitalista, con miles de desocupados que en cualquier momento van a ir a golpearle la puerta, se acuerda de las islas, manda tropas, nos provoca. Una opereta burda para consumo interno. Desde aquí, se le responde.
El entredicho intenta dejar en un segundo plano el conflicto por Famatina, que en realidad es sólo un emergente de los miles de proyectos mineros vigentes o todavía, en carpeta. Soja y megaminería contaminante a cielo abierto, ése es el lugar que nos han dado en el reparto internacional del trabajo los grupos económicos más concentrados, los que verdaderamente gobiernan detras del Grupo de los 20.
Parece bien que el Poder Ejecutivo proteste por el petróleo que se siguen llevando los ingleses -por más que tengan que cambiar la bandera de sus barcos- pero también deberían preocuparnos otros recursos, más a mano inclusive de resguardar. Por ejemplo, los minerales que se llevan algunas compañías como la Barrick Gold por sus propios puertos, bajo una simple declaración jurada.
Y por último, no habría que olvidar que la principal riqueza de una Nación es su gente, no las ganancias de los grupos empresarios.
Alguna vez tuvimos un gobierno que pensó de esa forma: Estatizó los trenes, puso a Aerolíneas Argentinas entre las primeras compañías de aviación internacionales, financió una de las principales flotas mercantes del mundo. ENTEL colocó más teléfonos que en toda su historia, el Gas fue nacionalizado y pasó a costar un treinta por ciento menos mientras se duplicaban los usuarios. Insistentemente los trabajadores de Metrovías insisten en que los subsidios son el gran negocio empresario y parece perfecto que se revisen. Lo que no parece correcto es que en la transferencia de los subterráneos lo único que se garantizó fue las ganancias empresarias, ya que lo que antes financiaba el Estado Nacional, ahora lo pagamos vía tarjeta SUBE (otro negocio de las privadas). Hasta ahora, la parte privada solo gestiona y cobra. Lo demás corre por cuenta del Estado.
¿Cuánto nos costaría el Subte si los usuarios recuperamos la ganancia que se llevan los empresarios? Pero bueno, mejor hablemos de otra cosa: “¡Las Malvinas son Argentinas!”.
Como diría mi tío Sancho, “nunca busques el huevo donde canta el tero”.