Por Alfredo Grande
Psiquiatra y Psicoanalista. Director y actor teatral. Periodista y escritor Agencia de Noticias Pelota de Trapo (APE). Miembro Fundador y Presidente Honorario de ATICO (Cooperativa de Trabajo en Salud Mental)
“En la dictadura cívico militar, creo que los peores fueron los civiles. Más cobardes, más ladinos, más miserables. Y más impunes”
(aforismo implicado)
Cientos de investigadores y científicos del Conicet firmaron una solicitada titulada “Ciencia y genocidio en Argentina” en la que repudian el reconocimiento de “miembro honorario” otorgado por la Sociedad Científica Argentina al presidente de la empresa Ledesma, Carlos Blaquier, quien es investigado por la Justicia jujeña por su responsabilidad en el secuestro de 26 personas durante el operativo conocido como la Noche del Apagón. El biólogo molecular Alberto Kornblihtt, uno de los firmantes de la solicitada, repudió la distinción al indicar: “Consideramos inadmisible que haya sido nombrado miembro honorario, un título que sólo fue otorgado a argentinos que obtuvieron el Premio Nobel y a personalidades mundiales como Darwin”. En la solicitada, los investigadores exigen “una clara definición a las autoridades de la Sociedad Científica Argentina” por el lauro otorgado al empresario, que está siendo investigado por su supuesta complicidad en la Noche del Apagón.Kornblihtt recordó que durante esa noche “detuvieron a más de 400 personas entre sindicalistas, trabajadores azucareros y estudiantes” y “muchos de ellos fueron torturados en un galpón perteneciente a la empresa de Blaquier”. 1 de Enero 2013. Página 12.
(APe).- Es bueno empezar el año pensando las matrices culturales y políticas de la impunidad. Como dije en otros trabajos, la impunidad no es un efecto, sino que es una premisa. O sea: no hay impunidad porque hay delitos sin castigo, sino que hay delitos sin castigo porque hay impunidad. Sobrevivientes, familiares y amigos de Cromagnon, reunidos el 30 de Diciembre en la Plaza de Mayo, realizaron, entre otras actividades, una que denominaron: plantar justicia. Se plantaron 194 zapatillas realizadas con amor artesanal. Me parece que es una metáfora potente. Plantar la justicia porque no crece sola. Y cuidar esa planta, porque sabemos que yerba buena siempre muere. O peor aún: la matan. Que los sentenciados cumplan la condena, que la condena pueda estar firme, que las apelaciones no sean una continuación de la impunidad por otros medios, son reclamos permanentes y frustraciones permanentes también. El derecho a la legítima defensa en el laberinto jurídico del debido proceso, se convierte en privilegio de algunos victimarios. La cultura represora ha transformado el derecho en privilegio y la diferencia no es poca. Los derechos no son ejercidos en forma igualitaria por todos los ciudadanos. No solamente porque hay derechos de primera, segunda, tercera generación. Sino porque también los ciudadanos son de primera, segunda y tercera generación. Desde la aristocracia democrática hasta la marginalidad de los votos y las urnas. Elegir no es para todos, y para muchísimos menos lo es elegir todos los días. La plebe elige cada dos y cuatro años. No más. En absoluta oposición al movimiento Cromagnon, la Sociedad Científica Argentina ha plantado injusticia. Y de las buenas. Esas injusticias que agravian, ofenden, humillan, laceran, arrasan. Blaquier: Miembro Honorario. ¿De alguna ciencia en particular? ¿De la Ciencia, así, majestuosa, con mayúscula? No lo conozco a Blaquier, ni ganas tengo. Pero sería interesante saber desde sus propias aberraciones mentales, a qué ciencia piensa que la Sociedad Científica puede estar haciendo referencia. Lo digo desde mi falsa modestia de científico de las denominadas ciencias blandas, que no es lo mismo que las sentencias que no están firmes. Blandas porque no gozan de la impoluta objetividad de las ciencias duras, que de todos modos se están ablandando bastante por los avances en física cuántica. ¿Conocerá Blaquier las fundamentales consecuencias del descubrimiento del bosón de Higgs? Es posible, ya que la Sociedad Científica lo nombra Miembro Honorario. Ignoro, apenas soy médico psiquiatra, si la desaparición, tortura, secuestro, exterminio, delación de personas es una ciencia. A priori diría que no, que apenas es una técnica de sometimiento. Pero nadie puede estar seguro hasta que no consulta a Wikipedia. No lo haré. Donde es evidente que Blaquier se ha destacado es en las ciencias ocultas. Ocultas pero que cada vez se hacen más visibles. Tanto que justamente el Miembro Honorario está siendo investigado en algo que ya todos saben. No tuvo solamente responsabilidad en la noche del apagón. Fue copartícipe necesario. Sin su inestimable aporte a la causa del genocidio en la Argentina, esa matanza de inocentes no se hubiera podido realizar. Blaquier es el apagón de esa noche y es portador enfermo de la culpabilidad absoluta. Pienso que es un sujeto de extrema peligrosidad, al menos en un nivel similar al de los tres comandantes de la junta militar. Algo similar pasa con Bergés, el torturador médico. Es un asesino serial sin ninguna posibilidad de recuperación. Un desquiciado absoluto, indigno aún para un basurero de la historia. Blaquier está en el mismo estante. Su aporte al genocidio es similar a la de los empresarios de la Alemania nazi. Los impunes absolutos de los mayores crímenes contra la humanidad. El plan sistemático de exterminio, el plan cóndor, la doctrina de seguridad nacional, son herencias directas de las crueles atrocidades de los nazis. Los que en verdad ganaron la guerra caliente, tibia y fría. Y la guerra tiene muchas máscaras, muchas racionalizaciones, intelectualizaciones, discursos justificatorios y cosmovisiones delirantes. Pero su fundante siempre es único: ganancia absoluta de Poder. Y en la fase del capitalismo, poder es lucro. Y lucro es explotación, robo sistemático del producto del trabajo ajeno (plusvalía que le dicen) es sacar mucho y devolver poquito, bajo el eufemismo de salario, jornal, aguinaldo o el nombre que se venga en gana. Eso es Blaquier: un científico del lucro, un científico de la explotación, un científico en la expropiación de lo ajeno, un científico en la práctica puntillosa de la cobardía y la mayor de las miserias a las que la falible condición humana puede llegar. Creo que tiene méritos para ser Vitalicio, más que Honorario. Quizá Vitalicio y Honorario. Vitalicio porque no dejará jamás de ser la ruindad que es. Y honorario porque ya que de los verdaderos honores nada sabe, al menos que disfrute de los honores del supernumerario. La Sociedad Científica se transforma, a menos que ponga urgente marcha atrás y expulse al Honorario por la cloaca, en remedo de la Inquisición. De Sociedad Científica en un Santo Oficio para la Doctrina de la Fe. Lamentablemente, una Fe sádica y perversa. Pero bueno: cada uno tiene la fe que se merece. Por cierto, hay reacción. Cientos de verdaderos científicos repudian la designación macabra. Lo único que puedo agregar es que, a pesar de las buenas intenciones, la Sociedad Científica ya hizo una “clara definición sobre el tema”. A lo mejor fue producto que las autoridades tuvieron libaciones y excesos compatibles con el final del año. Una resolución producto más de la resaca que de la ciencia. Es posible, incluso es deseable, porque la resaca pasa. Lo que no pasa es la concepción fascista, a la cual la ciencia no es inmune. Y las Sociedades, menos. Esta noche siniestra de la Sociedad Científica, repite nuevamente el apagón de Ledesma. Ahora la que se apaga es la Sociedad y seguramente no será la única. Hay varios apagones dando vueltas, entre ellos el que expulsó al Fiscal camporista Righi. Pero en todos los apagones, algunos soles quedan. Pocos. Pero necesarios. Olga Aredez que marchó sola varios años, es uno de esos soles que sigue irradiando fuerza, coraje, pureza. Un Sol de Noche, como el título de la película que hace años produjo Eduardo Aliverti. Estoy seguro que Olga hubiera sonreído, quizá con un poco, un poco de tristeza, al enterarse de la distinción del empresario honorario depredador. Olga supo de indiferencias y soledades. De dolores y amarguras. Pero también encarnó algo que para otras y otros hoy es apenas relato, el degradado ropaje actual del discurso: “la única lucha que se pierde es la que se abandona”. Ella no la abandonó, sus hijos tampoco. Es por un mail de Ricardo que me llega esta información. Y apenas lo leí, me di cuenta que lo menos que podía hacer era escribir este trabajo. Quizá sea poco. Pero mantengo la vigencia de uno de mis aforismos implicados: “La diferencia entre poco y nada es mucho”. Pero agrego: la diferencia entre mi poco y el mucho de Olga también es mucho. Y quizá, o mejor dicho, sin quizá, los Blaquier de este mundo existan porque muchos hicimos y hacemos poco. Y con ese poco no alcanza. Los chacales, los buitres, la escoria en todas sus formas ni siquiera está agazapada. Está nuevamente levantando cabeza para volver a degollar tantas otras. No se los va a enfrentar con leyes anti terroristas ni pagándole pensiones a quienes el terrorismo de estado no lesionó. Y mucho menos lo harán aquellos que ni siquiera pueden prevenir la más berreta hipótesis de guerra que es un embargo por un fondo buitre. Parece que tendremos que mirar hacia ese sol de noche, y en esa lucha, en ese ejemplo, encontrar la forma de sostener la luz que todo alumbra. Se llama dignidad. Algunos como Blaquier no la tendrán jamás. Y otras y otros la podrán sostener por todas las eternidades posibles.