Fundado en 1987 tras la recuperación de ATE, el anfiteatro Eva Perón se convirtió con los años no solo en una especie de templo de la militancia estatal sino también en un refugio de utopías.
“Había que ser audaz para animarse a enfrentar este trabajo con la herencia recibida. Por eso, este anfiteatro que hoy inauguramos, es producto de una gran movilización política y sindical de los trabajadores del Estado. Teníamos que demostrar, como un hecho político, que se podía construir y lo hicimos. Ahora disponemos de un ámbito en el que resonará la voz de los trabajadores, que son sus únicos dueños” fueron las palabras utilizadas por Víctor De Gennaro, por entonces secretario general de ATE, el 8 de julio de 1987 al inaugurar el Anfiteatro Eva Perón en la sede nacional.
La obra se sumaba a la ampliación de la vieja casona de la avenida Belgrano 2527, la remodelación y reapertura del hotel de Mar del Plata y la inauguración del Centro recreativo de Burzaco y de varias sedes de seccionales. Una maratón constructora, a menos de tres años de la recuperación del gremio de manos de los que se llevaban muy bien con los militares, que tenía la ambición –prometida en la campaña electoral- de reconstruir una ATE diezmada abriendo las puertas a la participación.
La intención del anfiteatro, además de reemplazar el viejo Salón de reuniones Eva Perón con su techo de chapa, era disponer de un ámbito que sirviera no solo para las actividades gremiales sino que se abriera a la cultura, las artes y a las necesidades de tantas organizaciones hermanas del campo popular.
“Pero vos estás loco, pibe. ¿Vas a hacer un anfiteatro en el lugar donde los dirigentes estacionan sus autos? Te van a matar” le aconsejó Miguel Gazzera, un histórico dirigente fideero de la CGT y padrino de los muchachos de ANUSATE. Pero “el tano” De Gennaro no le hizo caso y machacó con su anfiteatro hasta que se hizo realidad.
Desde el día que se inauguró con la bendición del Padre Farinello hasta el día de hoy, 29 años después, esas puertas que se abrieron a la participación no volvieron a cerrarse y dieron paso a miles y miles de actividades como congresos, plenarios, encuentros, seminarios, charlas, actos, asambleas y todo tipo de reuniones sociales, políticas, sindicales y culturales.
Para estas últimas se creo un Departamento de Cultura que manejaba la cargadísima agenda de un auditorio que empezaba a ser muy solicitado y que se proponía además organizar actividades culturales para los afiliados y la comunidad en general.
Así nacieron los primeros ciclos musicales (Melopea, Musicate, Rosarinos, Alternativa Musical) que instalaron la sala como un espacio cultural alternativo y no había fin de semana que no tuviera cine, teatro o música.
Por los años noventa una prestigiosa escuela de periodismo y periodismo deportivo (TEA Y DEPORTEA) organizaba conferencias de prensa con personajes muy conocidos del deporte, la cultura y la política para que sus alumnos ensayen cómo hacer preguntas. Así pasaron desde Adolfo Pedernera hasta Fernando Redondo y Carlos Bilardo, Oscar Galvez, Roberto De Vicenzo e innumerables actores, escritores y políticos.
Fue tanta la actividad que el dibujante Rep en su libro “y Rep hizo los barrios. Buenos Aires dibujada” destacó en la ilustración sobre el barrio de Balvanera (mas conocido como Once) la presencia del anfiteatro, al cual él mismo había asistido en diversas ocasiones, con el texto humorístico de “Auditorio ATE…falta que te diga”.
En una ocasión utilizó el anfiteatro la embajada de Irán para una actividad cultural. Tiempo después, el agregado cultural iraní –organizador de ese evento- fue señalado como sospechoso del atentado a la AMIA y el presidente de esa organización mencionó su “extrañeza” de que ATE les hubiera prestado un lugar. El malentendido se superó cuando De Gennaro le mostró una extensísima lista de actividades y organizaciones que también lo habían utilizado en esos años. Eran miles y de todos los colores políticos, religiosos y culturales. Esa amplitud y esa generosidad a la hora de ceder el anfiteatro alejaron toda extrañeza.
Con los años y tras la Tragedia de Cromagnon, las actividades culturales amainaron, aunque ahora están resurgiendo, pero no pasa más de un día sin que en “el Eva Perón” uno encuentre trabajadores, estudiantes, integrantes de los pueblos originarios, militantes y toda clase de hombres y mujeres. No por nada cada vez que un empleado o dirigente de ATE entra al edificio pregunta: “Quien está hoy en el anfiteatro?
Ahora que a dos cuadras de distancia le ha nacido un hermanito, aun no bautizado, en el flamante Hotel Héctor Quagliaro con todas las comodidades y necesidades técnicas, tendrá quien lo ayude en eso de abrir las puertas a las expresiones culturales y a las organizaciones del campo popular que tanto lo usaron. Pero no dejará de ser nunca lo que fue y sigue siendo, un refugio de las utopías para las organizaciones hermanas. Un templo para nosotros.
*Por Honoris para El Trabajador del Estado (nota publicada en la edición impresa de junio-julio 2016)