En la Argentina de hoy, una de cada tres personas es pobre

Se adjunta el informe sobre el Mercado Laboral y las Condiciones de Vida (2014), elaborado por el diputado nacional de la CTA, Claudio Lozano, presidente del bloque Unidad Popular, junto a Tomás Raffo (coordinador), Ana Rameri (responsable general) y Agustina Haimovich y Alejandro Joel Ventura, en el marco del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP).

Para Lozano, a partir de los datos que arroja el presente material, “queda claro que la recesión es el mecanismo inducido por la política oficial para paliar la insuficiencia de dólares de la economía argentina, al tiempo que la remarcación de precios (inflación) y la expulsión de trabajadores es la lógica con la que los grandes capitales que dominan la economía local expanden su proceso de acumulación. Esto se refleja, por ejemplo, en el aumento del 83,5 por ciento de las ganancias operativas que obtuvieron las 30 firmas más grandes que cotizan en bolsa, durante el 2014”.

En este marco, durante el 2014 se destruyeron 63 mil puestos de trabajo, resultado de la perdida de 173 mil puestos de trabajo registrado y de la creación de 77 mil empleos asalariados no registrados y 24 mil empleos por cuenta propia. La sustitución del trabajo formal por la informalidad se agrega a la destrucción de empleo y al impacto de la inflación para coronar un año 2014, donde el ingreso de los ocupados cayó un 6,1 por ciento en términos reales. El cuadro consuma la situación de una Argentina donde el ingreso promedio de los ocupados se ubica en $ 6064 y donde 6 de cada 10 ocupados ganan por debajo de los $ 6500, cuando la canasta familiar a finales del año pasado se ubico en $ 14.000 (Marzo 2015: $ 15100).

El impacto social del funcionamiento descripto se expresa, en el 2014 donde y bajo cualquier estimación, en que la pobreza y la indigencia crecieron. Hoy, en la más modesta de las estimaciones, hay 640 mil pobres más, que pueden ampliarse hasta 1,2 millones en la más realista de las proyecciones. De igual modo, los nuevos indigentes (hambrientos) de esta Argentina oscilan entre 114 mil y 397 mil personas. El cuadro de desigualdad y pauperización con que terminó el 2014 indica la gravedad de un esquema económico que decide ponerle tope a los aumentos salariales”.

Análisis del Mercado Laboral y las Condiciones de Vida -Año 2014-

A modo de presentación:

En materia laboral, estamos actualmente atravesados por una discusión creciente entre los distintos actores sociales que intervienen en el orden productivo: los trabajadores mayormente a través de sus gremios, sectores empresariales y el Estado. La lentitud para cerrar las paritarias en curso refleja sólo una tensión más del problema de fondo que tiene que ver con la puja distributiva en el marco de una economía que parece haber encontrado límites para continuar expandiéndose. Es de público conocimiento la convergencia entre las posiciones del segmento empresarial con el Gobierno Nacional respecto a la fijación de un techo en la pauta salarial para este año en torno al 25%, por esta razón el Ministerio de Trabajo busca no homologar acuerdos que superen esta cifra lo que lleva a una secuencia de amenazas de paro y posterior dictado de conciliación obligatoria .

En este sentido, bajo el dominio de un esquema que subordinó durante toda su vigencia los procesos de distribución e inclusión social al crecimiento económico, la coyuntura actual que se presenta como un escenario de agotamiento de tales condiciones pone en tensión el devenir del cuadro social.

En el presente material presentamos un análisis de algunos aspectos de la situación laboral y social en la Argentina durante el año 2014 a fin de que permita brindar elementos para la discusión salarial actual y para la todavía pendiente revisión del ordenamiento económico vigente.

Recordemos que el año 2014 comenzó con una devaluación importante en el mes de Enero que hizo saltar el precio del dólar ubicándolo ya al primer trimestre un 26% por encima que el año anterior. Por consiguiente, no tardó en llegar su correlato en un aumento de la tasa anual de inflación que trepó 10 puntos más respecto del 2013. El escenario de escasez de divisas también llevó a la política monetaria oficial a poner en marcha otra respuesta de la receta ortodoxa a partir de la suba de las tasas de interés destinada a absorber liquidez, contener los efectos de la inflación y profundizar el camino recesivo. Así durante el 2014 la actividad económica estuvo estancada al tiempo que se desplomó la industria . El escenario recesivo sin embargo, tiene una antigüedad mayor que el último período anual. Particularmente en el año 2012 es posible ubicar una bisagra que pone fin a una etapa de crecimiento lento y rendimientos sociales moderados para fundar una fase signada por la profundización de condiciones económicas de carácter recesivo y deterioro del cuadro laboral con su impacto degradante en las condiciones materiales de vida de las mayorías. Para ponerlo en números, la industria manufacturera acumuló una caída del 4% en los últimos tres años , la construcción se mantuvo prácticamente al mismo nivel situando su caída más importante en el 2012, una recuperación leve en el año 2013 y una nueva baja (del -0,5%) en el 2014.

La inflación para el año 2014 estuvo en el orden del 38% denotando una tendencia a la baja que aún se mantiene como resultado de la recesión instalada. Vale decir que la inflación no es un fenómeno económico más y resulta de total trascendencia en el proceso de acumulación. En el escenario actual, se ha convertido en el mecanismo que por excelencia lleva a cabo una brutal transferencia de ingresos desde el sector de los trabajadores al sector empresarial. Por ello se la asocia como el resultado de la puja distributiva entre clases, pero ya no porque la causa de su existencia sea el aumento salarial –tal cual lo afirma el sector empresarial y el actual Gobierno- sino porque se ha convertido en la ecuación fundamental para que la gran burguesía local asentada en los mercados oligopólicos, pueda neutralizar todo aumento que se presenta en sus costos de producción (inclusive el laboral) para detener la caída de los márgenes de rentabilidad que le implica la coyuntura económica vigente. En otros términos, lo anterior ratifica una vez más para este año, así como ocurrió en todo el período, que la apropiación de los márgenes de rentabilidad estuvo mayormente disociada del proceso de inversión. Ello se refleja en un aumento significativo de las ganancias netas de las empresas más grandes del orden del 66,3% al tiempo que la tasa de inversión es la más baja de los últimos nueve años (del 18,3% al IV trimestre 2014 ). El proceso de valorización productiva centrado en la inflación termina de quedar expuesto al verificar la sistemática caída, desde el 2010, del uso de la capacidad instalada de la industria que implica que al 2014 se ubique en los mismos niveles que en el año 2004.

El correlato en materia laboral se observa en los últimos resultados de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC que al 4to trimestre 2014 demuestran que:

1) En el último año gobernó un esquema de expulsión de empleo: hay menos trabajadores empleados respecto del 2013. En todo el año se destruyeron casi 63 mil puestos de trabajo. La tasa de empleo cayó un -1,4% y se ubica a fines del año 2014 en un 42,1%.

2) La desocupación creció. En la Argentina existen 89 mil desocupados más que los existentes en el 2013. De esta manera, la tasa asciende casi en un 8% afectando al 6,9% de la PEA.

3) Las dificultades no son recientes, ya que desde el año 2011 hasta el 2014 se crearon tan sólo 179 mil puestos de trabajo (un promedio de tan sólo 60 mil al año) inclusión ésta cuya insuficiencia queda demostrada en su incapacidad para absorber el crecimiento de la PEA empujando al flagelo de la desocupación a casi 41 mil personas.

4) La caída del empleo en el 2014 se concentró fundamentalmente en el sector formal de los trabajadores. Se perdieron 173 mil puestos de trabajo asalariados registrados con eje en el desplome del sector privado (el cual vio caer su magnitud en 124,6 mil ocupados menos) fundamentalmente localizado en los sectores productores de servicios como el comercio y el transporte. El sector público, según la EPH, también denotó una reducción del personal.

5) El año 2014 culmina también con una expansión importante de la informalidad laboral (la tasa pasó del 33,5% en el 2013 al 34,5%) a partir de la generación de 77 mil empleos asalariados no registrados. También se extendieron las formas de empleo independientes –el cuentapropismo- en casi 24 mil empleos más. En conjunto, el nivel de precarización alcanzó el 50,5% de la fuerza laboral, es decir 8,5 millones de trabajadores.

6) La caída en el empleo hubiese sido aún más brusca de no haber mediado una recomposición del empleo durante el último trimestre del año: según hemos analizado en informes anteriores la caída del empleo que de manera sistemática tiene lugar desde mediados del 2013 y que acumuló una destrucción de 498 mil puestos de trabajo, al parecer se detuvo en la segunda mitad del 2014 como resultado de la creación de 308 mil puestos de trabajo de los cuales 259 mil, el 84%, fueron nuevos asalariados informales. Esta dinámica descripta nos permite reflexionar acerca de dos lecturas posibles que incluso pueden darse simultáneamente:

a) El proceso de abierta manipulación efectuado por parte del Poder Ejecutivo Nacional sobre el sistema de estadísticas públicas a cargo del INDEC puede explicar en gran parte esta magnitud de generación de empleo en un contexto recesivo como el actual. No es casual, por otro lado, que ello suceda sobre el segmento de trabajadores que no posee otra fuente oficial de medición justamente por no estar registrados. Caso contrario ocurre con los asalariados formales, cuya alta en el Sistema de Seguridad Social permite disponer de un seguimiento paralelo a partir de las bases de datos disponibles en el SIPA. Por otro lado, no sería la primera vez que algo así ocurre: desde el año en el que comienza la intervención del INDEC hasta hoy período en el cual transcurrieron ocho años, en cinco años ocurrió la rareza de que el salario del segmento de ocupados que denota una de las inserciones laboral de mayor vulnerabilidad, los no registrados, creció por encima del segmento formal. Ello lleva a que en el período 2007-2014 el incremento nominal de los salarios informales creciera un 626%, por encima del crecimiento del 521% correspondiente a los que están registrados.

b) Los procesos de desintegración del mundo salarial tradicional normalmente abren paso a otro tipo de salidas laborales. Así, la necesidad de estar empleado –como necesidad de subsistencia en cualquier esquema capitalista- promueve la flexibilización de las condiciones laborales amortiguando el impacto en el desempleo, sobre todo en escenarios como el actual, en el que no se prevé un horizonte de crisis terminal del actual esquema económico sino más bien limitaciones que buscan ser superadas. Por lo tanto, la opción por parte de los empresarios de no interrumpir el uso de fuerza laboral sino abaratar su costo vía el uso de figuras precarias de empleo, parece ser la opción más coherente en este sentido. No debe pasarse por alto lo paradójico que resulta que la extensión de la informalidad laboral tenga lugar inmediatamente después de la puesta en marcha de la batería de medidas tendientes a bajar el costo laboral vía exenciones impositivas y cargas sociales a los empresarios lo que demuestra que son absolutamente estériles no sólo para sostener el empleo sino también para contener los niveles de informalidad con el agravante que ello conlleva en el desfinanciamiento del Estado y del Sistema de Seguridad Social para afrontar políticas públicas.

7) El poder adquisitivo del ingreso de los ocupados cayó en promedio un 6,1%. El ingreso medio ocupacional es de $6.064 y el salario medio esta en el orden de los $6.517. En la Argentina de hoy 6 de cada 10 ocupados ganan por debajo de los $6.500.

8) La transferencia de ingresos desde el segmento de los trabajadores hacia los empresarios queda puesta de manifiesto en una dinámica en la que, desde el año 2012, concurre una evolución del PBI moderada pero superior a la incorporación de empleo y una tendencia declinante del salario real . De esta manera, en el 2014 apenas aumentaron los niveles de productividad (en un 0,7%) que frente a la caída del salario real del -6,1% le proporcionó al segmento empresarial la posibilidad de ampliar su excedente bruto de explotación, sin ningún esfuerzo inversor, en un 7,3%. Esto se refleja en el aumento del 83,5% en la ganancias operativas que obtuvieron las 30 firmas más grandes que cotizan en bolsa que se tradujo en un incremento del 66,3% de las ganancias netas (la coyuntura de precios favorable para el sector financiero implicó que la ganancia “en mano” para las entidades financieras aumentara un 85,8%). Desde el año 2011, la expansión de la masa de ingresos no retribuida a los trabajadores fue aún superior, del orden 9%.

9) En este marco, las condiciones materiales de vida han sido notablemente afectadas. En el último año los índices de pobreza e indigencia han aumentado sustancialmente. La tasa de pobreza, que según la medición que se trate, se ubicada a finales del 2013 entre un 22,1% y un 32,7% ascendió un año después hasta situarse entre un 23,4% y un 35,3%. Ellos implicó que entre 640 mil y 1,2 millones de personas sean nuevos pobres. Por su parte la indigencia que se situaba entre un 7,3% y un 9,7% pasó en el 2014 a ser del 7,5%/10,5%. Ello se tradujo en un aumento de entre 114 mil y 397 mil personas que pasan a tener hambre.

En este contexto social de enorme dificultad y de una conflictividad social creciente, tuvo lugar la intervención del Estado con el fin de morigerar los efectos nocivos buscando a través de diferentes medidas un apuntalamiento del consumo interno pero que, a la luz de los resultados que exponemos, no resultó suficiente. Destacamos el lanzamiento del nuevo programa de transferencia de ingresos a los jóvenes de $600 mensuales, denominado Progresar, a pesar del carácter restrictivo respecto a los requisitos de ingreso ; la incorporación de nuevos adultos mayores al Sistema Previsional producto de la nueva moratoria puesta en marcha a partir de Septiembre 2014; y el aumento del 40% de la Asignación Universal por Hijo que fue la única prestación social que prácticamente empató el nivel de inflación (del 38%). Sin embargo, el resto de las actualizaciones llevada a cabo por la política de ingresos como la movilidad jubilatoria (+29,13%), los componentes salariales del Plan Argentina Trabaja (+30%), el salario mínimo (+30,5%) estuvieron por debajo del aumento de precios. A ello se suma la puesta en marcha desde Septiembre del 2014 del programa Ahora 12 que busca incentivar el consumo por vía del crédito financiando la totalidad del interés sobre la compra de bienes de producción nacional pero que sólo queda acotado al segmento de la población portadora de tarjeta de crédito, mayormente los segmentos medios y altos de la estructura social .

De todos modos, el gasto público nacional destinado a financiar servicios sociales cayó en términos reales un 23,3%. En consecuencia, si bien la política de ingresos actuó durante el año pasado; si bien la entrada de dólares a la economía aflojó la tensión sobre el tipo de cambio que logró ser contenido con éxito resultó, sin lugar a duda, insuficiente para revertir el ajuste social en curso que cierra el año con un nivel de pobreza de nada menos que del 35%.

A continuación ampliamos los resultados recientemente expuestos sobre la dinámica que asumió el mercado laboral y las condiciones de vida de la población durante el año 2014.

La situación laboral durante el año 2014

Según las tasas básicas del mercado laboral, correspondientes al 4to trimestre de 2014, el nivel de actividad alcanza al 45,2% de la población, lo que equivale a casi 17.459.653 personas que se encuentran trabajando o buscando empleo. La tasa de empleo es del 42,1% terminando el año con 16.262.199 personas empleadas. Por su parte, la desocupación supera los 1,2 millones de personas (6,9% de la PEA), mientras aquellos trabajadores que desearían trabajar más horas (subocupados), rondan los 1,6 millones (9,1%). De este modo, la subutilización de la fuerza laboral alcanza al 16% de la población activa, sumando casi 2,8 millones de trabajadores.

Observando lo ocurrido a lo largo del año pasado, se desprende que hacia fines de 2014 se generó una importante creación de empleo que, sin embargo, fue insuficiente para compensar la destrucción de empleo acontecida en los trimestres anteriores. El año termina así con una caída en la tasa de actividad (-0,9%), que en términos absolutos se ve compensada por el incremento poblacional, derivando en la incorporación de 26 mil personas a la PEA. La tasa de actividad permanece de esta manera en niveles relativamente bajos, similares a los registrados a comienzos de 2005. Por otro lado, la caída en la tasa de empleo es del -1,4% interanual, lo cual se manifiesta en una destrucción de 62,7 mil puestos de trabajo. Ello resulta del hecho de que los primeros nueve meses del año acumularon una destrucción de 407 mil puestos de trabajo, que fue parcialmente compensada en el último trimestre por una creación de 344.550 empleos. De este modo, la tasa de empleo se mantiene en niveles similares a los del año recesivo 2009.

Por otra parte, la tasa de desocupación finalizó el año con un crecimiento del 7,8%, que en términos absolutos significa que 89 mil trabajadores pasaron a engrosar el conjunto de desempleados. En el caso de la subocupación, se observa un incremento significativo, del 16,7% interanual, lo cual implica que casi 300 mil trabajadores más pasan a desempeñarse en empleos de pocas horas, generalmente asociados a trabajos precarios o de subsistencia, que les resultan insuficientes para su reproducción. De este modo, el año 2014 acentúa la subutilización de la fuerza laboral, sumando casi 318 mil trabajadores más en esta condición, entre desempleados y subempleados.

En términos trimestrales se observa, como hemos mencionado, una significativa creación de empleo (345 mil puestos de trabajo) que eleva la tasa de 41,3% a 42,1%, a la vez que se incrementa la actividad pasando de 44,7% a 45,2%, al incorporarse 231,6 mil trabajadores a la PEA. Como contracara, la tasa de desempleo muestra una caída del 8% y la subocupación disminuye un 1,1%.

Como puede verse en el próximo cuadro, que muestra la evolución trimestral en la generación de puestos de trabajo, la creación de empleo del último trimestre no logra compensar la destrucción de puestos de trabajo acumulada durante los cinco trimestres consecutivos anteriores. Ello da como resultante que hacia fines de 2014, hay 140 mil trabajadores menos que a mediados de 2013. Sin embargo, ello no se refleja en un incremento en la cantidad de desempleados, que por el contrario cae en casi 67 mil en el mismo período. La explicación radica en el hecho de que en ese período se observa una disminución considerable de la PEA, puesto que se retiran del mercado laboral casi 200 mil personas. Si bien tal situación podría ser producto del desaliento generado ante la falta de oportunidades laborales que lleva a las personas a dejar de buscar empleo, tal conducta no se corresponde con los períodos de elevada inflación como el analizado, en tanto es esperable que más miembros en las familias salgan a buscar empleo para sostener el poder de compra de sus hogares.

Es por ello que venimos manifestando las dudas en torno a la caída en la tasa de actividad, que en el marco de la intervención del INDEC, podría estar encubriendo un aumento aún mayor en la tasa de desempleo. De hecho, si se realiza el ejercicio de mantener constante la tasa de actividad del 2do trimestre de 2013 -momento a partir del cual la misma empieza a caer-, la caída en la tasa de empleo se traduce en una tasa de desempleo que asciende al 9,3% para el 4to trimestre de 2014 (en lugar del 6,9% difundido por el INDEC), llegando a una cantidad de casi 1,7 millones de desocupados (500 mil más que los que surgen de la tasa oficial).

Los límites estructurales inherentes al modelo productivo vigente, que comenzaron a evidenciarse a partir del año 2007, contienen entre sus tantas aristas la notoria desaceleración en la creación de empleo, que termina por cristalizarse durante el 2014. De hecho, si observamos el promedio anual de creación de empleo, que en la etapa de recuperación económica acelerada 2003-2006, alcanzaba los casi 3 millones, en el período de desaceleración comprendido entre los años 2007-2011 se reduce a 1,2 millones siendo que desde el año 2012 tan sólo se generaron 179 mil puestos de trabajo. En este marco, el recesivo año 2014 -que según estimaciones alternativas experimentó una caída del 2,5% en el PBI-, resulta ser el primer año del período de la post-convertibilidad donde se observa una destrucción neta de puestos de trabajo, luego de un 2013 prácticamente estancado en términos de creación de empleo.

La destrucción de empleo experimentada durante el 2014, fue fundamentalmente una destrucción de empleo asalariado formal: en el período analizado, se destruyeron 174 mil puestos de trabajo en ese segmento. Ello se vio parcialmente compensado por un incremento considerable en la cantidad de asalariados no registrados, que crecieron en 77 mil. A ello hay que sumarle un leve crecimiento de los trabajadores por cuenta propia (24 mil) y de los trabajadores familiares sin remuneración (20 mil). Este panorama resulta en la destrucción neta de casi 63 mil puestos de trabajo, mencionada anteriormente.

Si se recorta el análisis haciendo eje en lo ocurrido durante el segundo semestre de 2014, período en el cual se observa una creación significativa de empleo, el incremento de la informalidad surge aún con mayor claridad: en este periodo, casi 8 de cada 10 puestos creados fueron empleos informales. Tal desempeño del mercado laboral genera al menos dos observaciones. Por un lado, en el marco de la intervención del INDEC y la constante destrucción del sistema de estadísticas públicas que se viene llevando a cabo hace más de ocho años -la cual abarcó no sólo al índice de precios sino también a otras áreas del organismo, entre ellas la EPH-, la significativa creación de empleo que se observa según dicha fuente genera ciertos reparos, en tanto no guarda relación con la evolución de la actividad económica. De hecho, el Índice General de Actividad elaborado por Ferreres, muestra en el segundo semestre una caída del 2,4% en relación con el semestre anterior. En este contexto, el hecho de que la mayor parte de los puestos creados según EPH sean informales contribuye a incrementar sospechas sobre la fiabilidad de los datos, en tanto tal medición no puede contrastarse con otras fuentes debido a que justamente por ser trabajadores informales, no se encuentran relevados en ningún registro oficial. Cabe recordar que no sólo quienes pertenecen a este Instituto sino también otros analistas pertenecientes a diversos espacios, vienen alertando acerca del llamativo comportamiento que muestran los ingresos de los asalariados no registrados según la EPH, ya que desde 2007 en adelante -período coincidente con el de la intervención del INDEC-, los mismos vienen creciendo por encima de los ingresos del segmento formal de los asalariados, situación que no guarda relación con lo ocurrido históricamente. En esta ocasión, pareciera ser que lo que se está manipulando es el nivel de empleo, valiéndose de la imposibilidad de contrastar el incremento de empleo informal con otras fuentes.

La segunda lectura que puede hacerse de los datos, suponiendo que no hubiera manipulación sobre los mismos, tampoco resulta para nada alentadora. De hecho, lo que surge es que en un contexto de recesión económica y destrucción de empleo, creció la cantidad de trabajadores que ven vulnerados sus derechos sociales más básicos, en tanto las estrategias de subsistencia que deben adoptar los llevan a aceptar modalidades precarias de contratación.

De cualquier manera, las modificaciones en la composición de la fuerza laboral asalariada, no pueden sino derivar en un incremento de la tasa de informalidad. De hecho, en el Cuadro Nº 6 se observa que la tasa de informalidad creció del 33,6% al 34,5%. Este comportamiento ratifica, una vez más, las dificultades que presenta el modelo actual para terminar con la precarización laboral. Por otra parte, el incremento que experimentó durante 2014 la tasa de informalidad deja en evidencia la ineficacia de las políticas que implementa el Gobierno para paliar esta problemática.

Recordemos que en Mayo de 2014 se sancionó la Ley de Promoción del Trabajo Registrado y Prevención del Fraude Laboral, que incluía un conjunto de incentivos económicos para las empresas (sin excluir a las grandes), principalmente la exención total o parcial en el pago de las contribuciones patronales. Esta medida parte de una concepción que asocia los obstáculos para el blanqueo con la necesidad de reducir los costos laborales, mientras no se tiene en cuenta la relación funcional existente entre la precarización laboral y el modelo de acumulación vigente, en el cual las grandes firmas ejercen un rol claramente dominante. A ello hay que agregar que la medida implementada por el gobierno, presenta graves falencias en lo referente al sistema de inspección laboral del Ministerio de Trabajo, en tanto hay una insuficiente cantidad de inspectores en relación a la cantidad de establecimientos ; la mayor parte de los inspectores carecen de la estabilidad laboral que deberían tener en base a su función ; y no existe una carrera a nivel de la Administración que jerarquice y eleve la formación de los mismos. Los cuestionamientos que desde nuestro espacio realizamos sobre estos aspectos de la ley en ocasión de su tratamiento en el Congreso , ahora confirman en los datos la incapacidad que posee la medida para revertir la problemática que se propone solucionar.

De este modo, el proceso de formalización que parecía haberse iniciado a partir del 2005, expresado en una reducción de la cantidad de asalariados informales que se mantuvo en mayor o menor medida hasta el año 2010, desde el 2011 muestra un cambio de tendencia. Con excepción de 2013 -año en el cual la cantidad de asalariados totales se mantuvo prácticamente estancada pero su composición mostró una baja en el nivel de informalidad-, el último lustro muestra una tendencia al crecimiento de la tasa de no registro.

El panorama en términos de informalidad laboral se agrava si a ello adicionamos el resto de las modalidades de trabajo precario que se pueden identificar desde la EPH. De hecho, el Cuadro Nº 8 muestra un incremento de la porción de trabajadores perjudicados por la ausencia o modalidad precaria de contratación laboral, incluyendo además de los asalariados no registrados, a los desocupados, los trabajadores familiares sin remuneración y los asalariados formales contratados por tiempo determinado. Por otra parte, se observa también un aumento de aquellos que se encuentran precarizados por poseer un insuficiente nivel de ingresos, medido en función de quienes ganan menos del salario mínimo por hora. De este cuadro resulta que durante el año 2014 la magnitud de precarización pasó del 48,7% al 50,5% de la fuerza laboral, o dicho de otra manera, uno de cada dos trabajadores se encuentran precarizados.

Análisis Sectorial

Según los datos que surgen de la EPH, la destrucción de empleo que tuvo lugar en 2014, se concentró mayormente en el sector privado, que restó casi 82 mil puestos de trabajo. Por su parte, el sector público también mostró una leve caída. Si el análisis se acota a la llamativa creación de empleo experimentada en el segundo semestre del año, la misma respondió fundamentalmente al sector privado, en el cual se crearon casi 350 mil puestos de trabajo, mientras se observó la pérdida de más de 15 mil empleos públicos.

En lo que respecta a lo acaecido en las distintas ramas de actividad se destaca lo siguiente:

I) En los sectores productores de Bienes, tiene lugar un harto llamativo incremento en los ocupados correspondientes a la Industria Manufacturera (con un alza del +3,0% -63.107 trabajadores- respecto al semestre anterior, así como del +1,6% interanual -34.026 trabajadores-) y a la Construcción (con un alza del +7,5% -104.968 trabajadores- respecto al semestre anterior, así como del +5,5% interanual -79.231 trabajadores-). El comportamiento descripto resulta paradójico, dada la evolución negativa de dichas actividades durante el período, marcada por la recesión económica: la Industria Manufacturera se desplomó -1,8% y -2,1% interanual en el 3er y 4to trimestre 2014 , respectivamente (inclusive con caídas del -0,3% y -0,8% respecto a los trimestres previos, en cada caso) -en el marco de la crisis de la producción automotriz-, mientras que la Construcción en el mejor de los casos se mantuvo estancada ;

II) Por su parte, en los sectores productores de Servicios se destaca el aumento del empleo en Comercio: aunque en términos interanuales sufrió una merma del -2,3% (-67.380 trabajadores), respecto al semestre anterior se vislumbra un relevante incremento del +4,0% (+111.996 trabajadores); esto último también reviste cierta contradicción en relación al devenir del consumo privado en el último trimestre de 2014, que según el propio Indec se contrajo un -1,2% interanual en términos reales.

Los salarios durante 2014, en caída libre

Según la Encuesta Permanente de Hogares

Según la evolución del salario que surge de la EPH, se observa que en 2014 los trabajadores sufrieron un enorme desplome del salario real, el que experimentó una caída interanual del -6,1% producto de incrementos salariales nominales que se ubicaron en el +29,6% interanual, muy por debajo del alza acaecida en el nivel de precios: +38,0% interanual. De esta manera, el poder adquisitivo del conjunto de la fuerza laboral empleada retrocedió hasta situarse en los niveles de los años 2008-2009.

En este sentido, el sector de los cuentapropistas fue el más afectado, evidenciando una merma interanual del -10,7% en términos reales. Por su parte, el conjunto de los asalariados vio reducido su salario real en un -5,0% interanual, destacándose el hecho de que los ingresos de los no registrados tuvieron una disminución del -8,3%, mientras que los inherentes a los registrados cayeron en una cuantía algo inferior: -3,5%.

El ingreso medio de los ocupados quedó ubicado a fines del 2014 en apenas $ 6.064, encontrándose un 20% por debajo del monto de la Canasta Básica Total que estimamos para una familia tipo del GBA, valuada en $7.720 y el 54,7% del valor de una Canasta de Consumo Familiar promedio de $14.110. Ello demuestra por un lado la necesidad objetiva de contar con más de un salario para sostener la reproducción del hogar, y por otro lado, como veremos más adelante, las deterioradas condiciones de vida que padece una porción importante de los trabajadores.

Cabe destacar que el grueso de la caída en el ingreso real de los ocupados durante 2014 tuvo lugar en el primer semestre del año, fundamentalmente como consecuencia del salto inflacionario derivado de la más que relevante devaluación del peso ocurrida en enero de dicho año. Así, se observa que en el primer semestre 2014 el ingreso real de los ocupados se desmoronó un -7,7% (a raíz de un alza nominal en los salarios del +13,2%, completamente erosionada y desbordada por una inflación acumulada del +22,6% en el período), mientras que en el segundo semestre la situación se morigeró relativamente, en virtud de dos razones: el cierre de las paritarias en su conjunto, así como cierta desaceleración inflacionaria -derivada de la recesión económica y del ancla nominal del tipo de cambio-; de este modo, en la segunda parte del año, el ingreso real de los ocupados se incrementó un +1,7% (alza nominal de los salarios: +14,5%; alza del nivel de precios: +12,6%).

Según el Índice Salarial

El Índice Salarial corresponde a un relevamiento de salarios alternativo al realizado por la Encuesta Permanente de Hogares a partir de la realización mensual de una encuesta ad hoc destinada a un grupo de firmas del Sector Privado y por otro lado, se recaba información mediante los circuitos administrativos correspondientes del Sector Público. Sin embargo, la EPH es el insumo principal para el relevamiento de los salarios correspondientes al segmento de trabajadores del Sector Privado No Registrado.

Según la información del Índice de Salarios, en 2014 el nivel general de los salarios registró un aumento del +33,3% interanual mientras que paralelamente la inflación acumulada para ese período fue del +38,0%, lo que implica una caída real del salario de -3,2% respecto de 2013. En este caso, a diferencia de lo que se desprende de los datos de la EPH, el segmento de los trabajadores que sufrió la caída más fuerte en su poder de compra fue el de los asalariados registrados, cuyo salario real se desplomó un -4,7% interanual. De la desagregación del índice salarial surge que los empleados públicos continúan profundizando el rezago salarial iniciado en el 2007, provocando que el salario actual represente sólo el 57% del salario del año 2001. A su vez, resulta más que paradójico el hecho de que los asalariados no registrados (dada justamente su condición de mayor vulnerabilidad relativa respecto de sus pares formalizados y más aún en un escenario de recesión económica) hayan logrado conseguir incrementos salariales por sobre el nivel de inflación, del +40,0% nominal, que consecuentemente se tradujeron en un alza del +1,7% interanual en su poder adquisitivo: así, es menester expresar que evidentemente existe la posibilidad de que dicho resultado sea fruto de una nueva manipulación de las estadísticas oficiales.

Finalmente, en virtud de lo anterior se observa que en el período 2001-2014 el nivel general de salarios sufrió una caída del -4,3% en términos reales, lo cual se explica fundamentalmente por el brutal desplome del -43,3% que en dicho período sufrió el salario real de los trabajadores del sector público; por su parte, en el sector privado, los asalariados registrados obtuvieron un alza del +15,0% en el salario real, mientras que el de los asalariados no registrados se incrementó un +8,6%. En el proceso anterior se destacan dos subperíodos bien demarcados: 1) 2002-2006: luego del colosal derrumbe sufrido a raíz de la crisis económica de 2001/02, el nivel general de salarios se incrementó un +29,2% en términos reales (liderado principalmente por lo acaecido con los trabajadores registrados del sector privado, cuyos ingresos reales aumentaron un +42,3%); 2) 2006-2014 : posteriormente, el nivel general de salarios disminuyó -2,9% en términos reales, evidenciándose mermas en igual sentido tanto en los asalariados registrados (-2,7%) como en los trabajadores del sector público (con una sustancial caída del -25,5%); nuevamente, resultan notoriamente sospechosos los datos vinculados a los asalariados no registrados, que en dicho período habrían obtenido un incremento real en su poder adquisitivo del +31,0%, en un contexto de merma generalizada (con epicentro en lo ocurrido en 2014).

El empobrecido nivel de ingresos de los trabajadores también se manifiesta en el hecho de que, al culminar 2014, la proporción de ocupados cuyos ingresos se encontraban por debajo del Salario Mínimo, Vital y Móvil (SMVM) se incrementó tanto para el conjunto de aquéllos como para cada una de las distintas categorías ocupacionales.

Así, se observa que el 34,6% de los ocupados (5,63 millones, sobre un total de 16,26 millones) tiene un ingreso inferior al SMVM por hora, que a fines de 2014 ascendía al ínfimo monto de $4.400 para una jornada legal completa. Se destacan los cuentapropistas, de los cuales el 52,6% tiene ingresos inferiores al SMVM; por su parte, el 29,4% de los asalariados aparece en idéntica condición (3,62 millones, sobre un total de 12,36 millones): no obstante, mientras sólo el 15,4% de los asalariados registrados percibe salarios inferiores al SMVM, el 55,5% de los asalariados no registrados hace lo propio, evidenciando una situación salarial de mucha mayor precariedad. Finalmente, cabe destacar que resulta extraño el elevado porcentaje de patrones con ingresos menores al SMVM (35,2%).

El empeoramiento en las condiciones de vida de los trabajadores

El deterioro de las condiciones sociales que tuvo lugar a lo largo del 2014, tal cual se desprende de la información analizada anteriormente, da como resultado un cuadro que conjuga un incremento del desempleo y la subocupación, el crecimiento de la precarización laboral y una pérdida de poder adquisitivo que, si bien se viene manifestando tendencialmente desde el año 2012, cobró en 2014 una mayor intensidad. En este marco, el Gobierno podría haber compensado el empeoramiento de la situación social fortaleciendo los programas sociales de transferencia de ingresos. Sin embargo, ello no ocurrió. Con excepción de la AUH, que tuvo un incremento nominal del 40% frente a una inflación del 38%, dando como resultado una leve recomposición de su poder adquisitivo (1,4%), el resto de los principales programas sociales sufrieron una pérdida en el poder de compra de los montos transferidos.

En primer lugar, las jubilaciones y las pensiones (tanto contributivas como no contributivas) mostraron una pérdida del 5,5% en su poder de compra. Por otra parte, los montos transferidos a través del Programa Argentina Trabaja, registraron una pérdida anual del 27,6% en su poder adquisitivo si se toma el monto básico de $1200, que se mantiene fijo desde el lanzamiento de este Programa en el año 2009. Igualmente, durante el 2014 se aumentaron los complementos por productividad y presentismo que se otorgan a los miembros de Argentina Trabaja, los cuales pasaron de $450 a $800 y de $350 a $600, respectivamente. De este modo, los receptores que además del básico cobraron estos complementos, pasaron de percibir $2000 a $2600, un incremento nominal del 30%, que en términos reales significó una reducción del 5,8%. A ello se suman otros programas, como el Seguro de Desempleo, el Programa de Empleo Comunitario, el Seguro de Capacitación y Empleo y el programa Jóvenes con Más y Mejor Trabajo, cuyos montos nominales se mantienen estancados hace años en niveles paupérrimos, generando significativas pérdidas en el poder de compra de sus destinatarios. Asimismo, no sólo los montos transferidos a través de los distintos programas sufrieron reducciones en su poder de compra, sino que tampoco hubo modificaciones significativas en la cobertura.

En realidad, la novedad en términos de políticas sociales durante el 2014 se basó en el lanzamiento a comienzos de dicho año del plan Progresar, basado en la transferencia de un monto equivalente a $600 a los jóvenes de 18 a 24 años que se encuentren en situación de vulnerabilidad, para que puedan finalizar sus estudios. En Agosto de 2014, en el marco del lanzamiento del Proemplear, se incorporó como posibilidad que los jóvenes incluidos en el Progresar realicen prácticas calificantes en empresas durante seis meses, incrementando el monto recibido a $2000. Sin embargo, el carácter extremadamente restrictivo del Progresar, derivado del hecho de que se planteaba como requisito para el acceso que el ingreso total familiar no supere el salario mínimo, demostró serias dificultades para llegar a la meta planteada inicialmente, de 1,5 millones de jóvenes. De hecho, hacia fines de 2014 el Programa contaba con menos de 500 mil titulares, según información provista por la Jefatura de Gabinete. Fueron estas dificultades las que llevaron en Marzo de 2015 a levantar la restricción del salario mínimo, determinando en cambio un umbral de ingresos de $14.000, de forma tal que más jóvenes puedan ser incorporados en el Programa.

A grandes rasgos, entonces, se observa que frente a las dificultades observadas en materia laboral, el Gobierno no asumió tampoco un rol activo en términos de política social que pudiera compensar tal deterioro. El panorama descripto anteriormente, no puede sino arrojar como resultado un incremento de la pobreza, que se verifica en los propios datos que surgen de la EPH del INDEC.

Incluso considerando distintas metodologías de medición, los resultados en materia de pobreza e indigencia son alarmantes ya que en todos los casos se observa un aumento considerable de las tasas, como expondremos a continuación. Si utilizamos la metodología convencional del INDEC para medir pobreza e indigencia, aplicando nuestra pauta inflacionaria alternativa sobre los últimos valores de la CBA y la CBT publicados por el organismo antes de la intervención (Diciembre 2006), resulta que a Diciembre de 2014 la CBA para una familia tipo del GBA se encuentra en torno a los $3.074,2, mientras que la CBT ronda los $5.832. De este modo, al contrastar los ingresos de los hogares con el valor de las líneas de pobreza e indigencia de cada hogar, resulta que la tasa de pobreza creció más de un punto porcentual a lo largo de 2014, llegando al 23,4% y sumando casi 641 mil personas más al conjunto de población en situación de pobreza, que de esta manera afecta a casi 10 millones de personas. Por su parte, la indigencia también mostró un incremento (aunque algo menor), llegando al 7,5% de la población, es decir, casi 3,2 millones de personas (114 mil más que a fines de 2013).

Si consideramos en cambio una modificación metodológica en función de actualizar el obsoleto patrón de consumo de la metodología convencional y considerando los gastos no alimentarios de manera directa , los resultados son aún más alarmantes. En el Cuadro Nº 16 mostramos el impacto de la evolución de los precios en el valor de la CBA y la CBT elaboradas según la actualización metodológica, desagregadas por componente, para Diciembre de 2014. Allí surge que la CBA queda valuada en $3.655,6, un incremento del 33,6% con respecto a Diciembre de 2014. Por su parte, entre los rubros no alimentarios, aquellos que más crecieron fueron la vivienda, el transporte público y la indumentaria (todos por encima del 40%). De este modo, la CBT promedio (ponderando la de inquilinos y propietarios) alcanza los $7.720, un 37,2% por encima de Diciembre 2013.

De allí se desprende que durante el 2014 la tasa de pobreza se incrementó un 8%, pasando del 32,7% al 35,3% de la población, lo cual en términos poblacionales abarca a más de 15 millones de personas. Ello implica que hay casi 1,3 millones de pobres más con respecto a fines de 2013. En cuanto a la indigencia, la tasa también creció en un nivel considerable (8,5%), alcanzando así al 10,5%. Ello implica que cayeron bajo la indigencia casi 400 mil personas más, sumando así un total de casi 1,3 millones de personas que no logran cubrir sus necesidades alimentarias.

En este marco, y por todo lo que se expuso a lo largo del presente material, no sorprende el hecho de que tener un empleo no garantiza hoy en día las condiciones básicas de reproducción de la fuerza laboral. De hecho, aplicando la metodología utilizada desde este Instituto, se constata que uno de cada cuatro ocupados es pobre (23,8%). En términos absolutos, ello abarca a casi 3,9 millones de trabajadores. Incluso más, no todos los ocupados logran cubrir las necesidades de subsistencia física más elementales: casi 900 mil trabajadores son indigentes en tanto no logran acceder a la Canasta Básica Alimentaria (5,5%).

Fuente: Agencia CTA

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