Un repaso por la vida del dirigente gremial Pablo Micheli: Su infancia en Las Morochas, su padre secuestrado por la dictadura, su mudanza a Buenos Aires, su carrera dentro de ATE, la enfermedad que lo dejó al borde de la muerte y la vuelta a estos pagos.
Pablo Micheli nació en Ferré pero se vino a Junín a los ocho años. Su padre era un comerciante que se mudó a nuestra ciudad cuando obtuvo la concesión de una cantina en la Laguna de Gómez.
Acá, Micheli ingresó a cuarto grado de la Escuela N° 1 y luego hizo el secundario en el Colegio Nacional. Pasó su infancia y adolescencia en el barrio Las Morochas, donde tenía sus amigos.
“Yo vivía en Francia y Almirante Brown –evoca– y parábamos en el Moto Club; mis amigos del barrio eran Claudio Caviglia, el ‘Flaco’ Patiño, Aldo Petraglia, Gustavo Di Santo, Gustavo Rucci, José María Orellano y un montón más. Y también estaban mis amigos de la escuela, como Adrián Pérez, Gustavo Baigorria, Pablo Aguiar, Gustavo Bazzani, y otros”. Practicó básquet en Argentino, aunque le gustaba más el fútbol. En este deporte, participó en los campeonatos Evita, en un equipo con el que terminó jugando la etapa final en Mar del Plata.
Etapa oscura
Su padre era militante del Partido Comunista. “Mi abuelo le decía ‘dejate de joder, tengo a todos los soviéticos metidos acá’”, cuenta entre risas, y recuerda que también se enojaba cuando envolvía huevos o papas con los ejemplares del diario del PC.
Cuando Pablo tenía 16 años, su padre fue secuestrado por la dictadura militar, en 1976: “Recorrí con mi hermana todos los lugares de Junín donde podía estar. Fue algo durísimo, ahí crecí de golpe porque pasamos por situaciones muy complicadas. Más adelante lo ‘legalizaron’ en la cárcel de Mercedes. En total, estuvo cerca de dos meses secuestrado. Fue una etapa lúgubre, el Junín que yo amaba me resultaba otra ciudad, un lugar tétrico”.
Su padre fue liberado pero le expropiaron su comercio, y debió poner “una mesa a la vera del camino, en la laguna, donde vendía chucherías”. Según dice, ésa fue una imagen “muy dolorosa” para él.
A Buenos Aires
Cuando terminó el secundario, se fue a estudiar Ingeniería a Buenos Aires y allá vivió en lo de una tía, en la Boca. Un año más tarde, su padre también se mudó, en este caso a Villa Caraza, y volvieron a vivir juntos. “Ahí vi lo que era, realmente, una villa”, señala.
Fue empleado en una fábrica de juguetes de madera y después entró a trabajar en un puesto de refrigerio del Instituto Forestal Nacional, donde “repartía el café con leche, la gaseosa o el sandwich a los empleados”.
En 1979, le ofrecieron un lugar como administrativo dentro de esa dependencia: “Así empecé en el Estado, para terminar siendo secretario general de ATE”.
El gremio
Al poco tiempo, ingresó en el gremio. Un día, el dirigente Fermín Villarreal le dijo: “Acá hay dos sindicatos, UPCN que es de los jefes y ATE que es de los empleados, ¿en cuál quiere estar usted?”. Ante esas alternativas, Micheli se inclinó por la Asociación de Trabajadores del Estado. “Empezamos a armar la comisión interna a escondidas porque en ese entonces, los dirigentes de ATE eran cómplices de la dictadura”, relata.
Por entonces militaba en la Federación Juvenil Comunista. Ya en el año 81, también en una reunión clandestina, participó con Víctor De Gennaro y Germán Abdala de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre.
“Yo me formé al lado de Víctor y Germán”, dice, para luego destacar la figura de Abdala como alguien con “una capacidad de análisis enorme y una simpleza impresionante para explicar las cosas más difíciles”. Micheli estaba formado teóricamente en el marxismo leninismo, pero Abdala lo introdujo en otra literatura, como John William Cooke o Rodolfo Walsh.
Luego de las elecciones gremiales de 1984, fue nombrado vocal suplente en la comisión nacional de ATE. Al año le otorgaron la licencia gremial y empezó a trabajar en la Juventud de ATE, y desde ese lugar, en la Juventud de la CGT.
“Mientras tanto –cuenta– mi relación con Junín estuvo un poco cortada por esta sensación fea que me quedó por lo que había pasado con mi papá. Recién en el 84, de a poco, fui retomando el vínculo”.
La CTA y el menemismo
Micheli asevera que “los 90 fueron difíciles por el neoliberalismo, pero también fue una etapa de grandes construcciones, de las que surgió la CTA”.
Según cuenta, cuando el entonces presidente Carlos Menem “empezó a hacer lo contrario a lo que había dicho en la campaña”, se generaron “grandes discusiones dentro de la CGT, porque los sindicatos empezaron a ser parte, en muchos casos, de las privatizaciones de las empresas”.
Fue en ese marco, en el que “los dirigentes sindicales se transformaban en empresarios”, cuando De Gennaro impulsó la idea de armar una nueva corriente que se llamó Congreso de los Trabajadores Argentinos, “una suerte de plenario permanente, que fue tomando cuerpo y que empezó a plantear cuestiones novedosas como la elección por voto directo, la afiliación directa, tener una central que dé cuenta de la nueva realidad que deja el neoliberalismo”.
Más adelante, la Marcha Federal fue el último peldaño que dio paso a la conformación de la Central de Trabajadores Argentinos.
“La CTA fue un espacio muy importante para la recuperación de espacios democráticos en Argentina, inclusive en América Latina, ya que jugó un papel muy importante en el Foro Social Mundial de Porto Alegre. Eso ayudado por la amistad de Víctor con Lula, por supuesto”, resume Micheli.
Entretanto, tuvo diferentes cargos en ATE Capital, llegó a secretario general de esa sección, y después, secretario general de todo el país.
La CTA y la Alianza
Micheli sostiene que “durante el gobierno de la Alianza, la CTA se transformó en la fuerza de la resistencia más grande del país y es la que más plantea la necesidad de garantizar el empleo en la Argentina. Y es una de las que logra, con más fuerza, la derrota de la Alianza”.
En tal sentido, aclara que “esto no significa que nosotros lo hayamos ‘volteado’, sino que tuvimos un papel muy protagónico en las movilizaciones”.
La CTA y el kirchnerismo
“Con Néstor Kirchner, había otra relación, distinta a la de hoy”, sentencia Micheli, para luego añadir: “Yo, como secretario general de ATE, tuve varias reuniones con Kirchner y con Alberto Fernández, con quienes teníamos diferencias, pero se podía dialogar. Ahora eso es imposible”.
De acuerdo a su relato, la CTA tuvo un “apoyo crítico” a la gestión de Kirchner, pero se empezó a alejar a partir de un hecho concreto: “Mucha gente no lo sabe, pero la ruptura se produce en las elecciones de 2005, porque Kirchner le ofrece a Víctor ser primer candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires. De Gennaro le contesta que no tenía problemas, pero no podía acompañar un proyecto que no les reconocía la personería gremial. Ahí nos hace la cruz porque Néstor no aceptaba que lo contradigan”.
Para Micheli, el quiebre se da en 2007, cuando asume Cristina Fernández de Kirchner, en momentos que De Gennaro deja la Secretaría General y asume Hugo Yasky: “Tuvimos una reunión con Cristina en febrero de 2008 y yo le pregunté ‘¿qué es esa patota de UPCN que hay en el INDEC, golpea compañeros y amedrenta a los técnicos?’ Ella contestó que la patota era de ATE y terminó muy mal esa reunión. También nos dijo que no nos iba a reconocer como central obrera”.
Luego, el conflicto con el campo terminó por profundizar las diferencias internas y con el gobierno: “No es que nosotros apoyáramos la 125, sino que estamos a favor de las retenciones pero, como dice la Federación Agraria, no puede tener el mismo nivel de retenciones un chacarero que tiene 50 hectáreas que uno que tiene cinco mil. En ese marco, Yasky salió a apoyar públicamente la posición del gobierno. El principio fundacional de la CTA es la autonomía de los partidos, de los grupos económicos y de los gobiernos, de todos. Yasky iba a los actos del gobierno y yo tenía que dar explicaciones en todos lados”.
Enfermedad y división
En el año 2009, en medio de ese proceso convulsionado dentro de la CTA, a Micheli le descubren el síndrome de Wegener, una enfermedad autoinmune que le afectó los pulmones y riñones, por la que estuvo muy grave. “Los médicos me daban por muerto, al día de hoy no pueden creer mi recuperación y llevan mi caso a los congresos”, comenta.
Estuvo tres meses en terapia intensiva, hasta que los facultativos le “salvaron la vida”.
Una vez recuperado, se profundizaron las diferencias con Yasky: “Fuimos a elecciones y la ruptura se dio cuando se metió el gobierno, porque Yasky perdió y se la tenía que bancar, pero hubo una orden de Balcarce 50 para que no acepten el resultado”.
No obstante, con el paso del tiempo Micheli asegura que lo sucedido “ya está superado”, y sostiene que “el otro sector tienen una ínfima representación”.
Vuelta a Junín
Su padre se vino a Junín porque siempre añoró regresar. Entonces, Pablo empezó a viajar seguido para visitarlo, después se hizo “una casa de fin de semana, modesta”, y comenzó a “recuperar amigos, a disfrutar cada vez más la estadía acá”.
A partir de un robo que sufrió en Lanús, un hecho muy violento en el que estuvieron involucrados su mujer y su hijo, decidió mudarse a Junín con su familia. “Fue una muy buena idea, pudimos ampliar la casa que teníamos y hace dos años que me instalé. La verdad que estamos muy felices”, resume.
Según dice, le “preocupa” la realidad local, y profundiza: “Creo que Mario (Meoni) ya no tiene el entusiasmo que tenía al principio como para cambiar cosas o mejorar, y por otra parte, veo con preocupación la ausencia del transporte público, el descontrol de las motos, el crecimiento de la pobreza y la falta de relación de Mario con la política nacional y provincial, y esto no quiere decir que debería ser kirchnerista, porque se puede tener una relación desde una posición de fuerza, con independencia, sin ser alcahuete del gobernante de turno”.
En lo personal, asegura que no tiene “aspiraciones de cargos” en nuestra ciudad, aunque de cara al futuro seguirá trabajando aquí: “Tuve conversaciones políticas con Mario, tengo una muy buena relación con Jerónimo Torres, de Podemos, soy amigo de la diputada Rita Liempe, pero ahí mi participación es como ciudadano de Junín. Yo soy un militante de la vida. Tengo un hijo que va a la escuela en Junín y me preocupa lo que será de él cuando tenga 16 años, en un país que está ganado por el narcotráfico, donde hay un crecimiento del delito y la marginalidad. Si me preguntás, en 15 años me veo pescando en la laguna, pero si no, seguiré peleando”.